Autora: Dena Chagoya

Lachiriega, Oaxaca, una comunidad de la sierra zapoteca en los valles centrales correspondiente al municipio de San Pedro Quiatoni. Alberga un grupo de valientes mujeres: madres, hermanas, abuelas y tías, llamadas Francia, Sofía, Emilia, Yolanda y Aurora, que son socias de negocios.

En el año 1994, Oaxaca obtuvo la Denominación de Origen Mezcal, pero aún antes de esas fechas las mujeres trabajaban en sus palenques y milpas. Las mujeres de Lachiriega recuerdan que desde muy jóvenes todas ellas fueron formadas para preparar alimentos, comidas y elaborar mezcal, sólo algunas de sus labores cotidianas como madres de familia y patronas de sus hogares. Los hombres acostumbran a migrar al norte, a Estados Unidos, durante largas temporadas, a veces no regresan; y las mujeres quedan a cargo de la casa, los hijos y los agaves de la comunidad, combinando el trabajo en la casa y en el palenque.  

Los tiempos difíciles emergen en los recuerdos de las mujeres y relatan los viajes de muchas horas para conseguir trabajo en la capital oaxaqueña o ir a vender la producción de la huerta, los agaves y el mezcal en Quiatoni, donde pagaban centavos por todo. Los turistas no llegan a Lachiriega, los caminos son peligrosos, no están bien trazados y la comunidad queda alejada de la ruta turística de Oaxaca. La comunidad de Lachiriega cuenta 150 pobladores, y cuando los hombres migran la cantidad de habitantes disminuye drásticamente.

Recuerdan el miedo al quedarse solas y de los peligros que acechaban a sus seres queridos en los caminos hacia Estados Unidos, tornaron el miedo en templanza y resiliencia para sacar adelante a sus familias y sostener su comunidad. Sostuvieron y expandieron las plantaciones de agave, combinados con los cultivos tradicionales de maíz, frijoles y garbanzo. Lideraron la elaboración de mezcales, al intervenir en los palenques mientras los hombres estaban ausentes y aplicar todo lo aprendido durante años de haber trabajado junto a padres, hermanos y maridos. 

Las mujeres de Lachiriega se organizaron para asesorarse mutuamente y aprender unas de otras. Junto a los hombres trabajan colaborativamente en el palenque comunitario en la elaboración de un excelente mezcal. No conocían las normas ni entendían de alcoholes superiores o metanoles, pero aprendieron que no debían rebajarlo con las “colas” y continúan perfeccionando estándares de calidad.

Los hombres que regresaron se sumaron a esta asociación y trabajan para mantener la comunidad. En lugar de enviar dinero desde Estados Unidos, las familias están reunidas y viven dignamente e la producción tradicional de mezcal. Son las mujeres del Lachiriega que lucharon por mantener unido al pueblo y rescatar la producción de mezcal.